Probablemente una de las improvisaciones más dolorosas (y graciosas) que un actor puede hacer por una película. Por suerte ninguno arruinó el momento porque no hubiese sido posible repetirla. ¡Steve Carell en este escena se depiló de verdad!.
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Lo más probable es que se haya arrepentido después del primer jalón pero el dolor lo drenaba a través de las maldiciones hacia la pobre empleada que lo depilaba. Sin duda causó tanta gracia que no podía quedarse fuera de la película.